2024/09 EL NUEVO COLEGIO DE DOKOLO, LA FUENTE DE ESPERANZA DE SU COMUNIDAD
Alumnos del Colegio Dokolo.
Nació durante la pandemia por la necesidad educativa en esta comunidad rural del norte de Uganda y hoy cuenta con 276 alumnos de Infantil y Primaria. Necesita las infraestructuras apropiadas para ser reconocido por el Gobierno.
Alcobendas, 23 de septiembre de 2024. La Fundación Pablo Horstmann (FPH) se embarca en un nuevo proyecto: el Heritage Community School de Dokolo, en Uganda. Un colegio que surgió en 2020 en la propia comunidad local de Dokolo y al que la Fundación ha decidido unirse para acompañarles y apoyarles en la co-gestión y co-financiación todo el tiempo que sea necesario hasta que se convierta en un proyecto autosostenible por su comunidad.
Cuando llegó la pandemia, un matrimonio ugandés, Isaac y Goretty, decidió trasladarse con sus cuatro hijos a vivir desde la capital a su aldea de origen. Como los colegios estaban cerrados, Goretty, que es profesora, comenzó a dar clases a sus hijos en casa porque se dio cuenta de que en tan solo dos meses, se les había olvidado leer y escribir.
Cada mañana, los niños del poblado pasaban por su finca camino a recoger agua y comenzaron a unirse al homeschooling, que tenía lugar a la sombra de un gran árbol en el terreno familiar. Poco a poco fue aumentando el número de alumnos hasta llegar a ser cerca de 300, por lo que tuvieron que construir aulas temporales fabricadas con madera que aportaba la propia comunidad.
Una de las clases del centro. Isaac y Goretty en las instalaciones.
Así ha nacido este colegio, un proyecto que surgió de forma improvisada a consecuencia del COVID-19 y que ha ido tomando forma gracias a que toda la comunidad se ha involucrado y comprometido por los beneficios que aporta en los niños, a pesar de las múltiples dificultades a las que se enfrentan. Y es que durante estos tres años, el centro ha sido financiado principalmente con el sueldo de Isaac -que no alcanza para poder cubrir todos los gastos-, algunos meses los profesores no llegan a cobrar su sueldo -pero continúan con su labor porque creen en el proyecto-, y las familias también hacen el esfuerzo de comprometerse pagando las matrículas, según la capacidad de cada una. "Este colegio representa el futuro que hemos estado esperando y pidiendo en nuestras oraciones. Es una oportunidad para que nuestros hijos superen los desafíos del mundo rural, de abrir nuevos caminos para un futuro mejor", confiesa William Ongom, presidente del comité de dirección.
Aulas desbordadas en el colegio público
Aunque existe una escuela pública en la zona, las clases están desbordadas de alumnos, apenas tienen recursos didácticos y los niños no cuentan con una manutención (no comen nada a lo largo del día). Además, para que sus hijos puedan hacer los exámenes, las familias tienen que abonar una tasa adicional a la matrícula. Como consecuencia, la mayoría de los alumnos no acaba el curso escolar, -el año pasado en primero de Primaria, de los 250 alumnos matriculados sólo 23 se presentaron el día de los exámenes-. Todo esto sin obviar que muchos de ellos tienen que caminar entre 5 y 10 kilómetros para llegar al colegio.
“No es sólo una escuela; es la fuente de esperanza que tiene una comunidad en el mundo rural del norte de Uganda para cambiar el destino de las nuevas generaciones"